miércoles, 20 de abril de 2011

Cuarta etapa: 18 abril 2011. Una entrada en Oporto complicada

Un precioso enclave en Vila do Conde
Nos levantamos muy temprano. Desayuno agradable y abundante en el hotel. Está ligeramente nublado cuando cogemos las bicicletas. Iniciamos la ruta por la orilla del mar. El carril bici que han abierto desde A ver o mar hasta el final de Vila do Conde es perfecto. Cuando se termina nos paramos a ver la lonja en una placita muy moderna y muy llamativa pero, a partir de ahí, comienzan las complicaciones cicloturísticas. Una de las cosas aprendidas es que no hacen ninguna falta las ciudades en los recorridos en bici. El acercamiento a Porto es complicado, el tráfico crece por momentos. A partir del momento que la N13 se une con la N14 se multiplica el número de coches y no hace ninguna gracia circular así. Decidimos salirnos de la carretera nacional y aunque supongo que invertimos mucho tiempo más, hicimos la entrada más a gusto. Al final utilizamos el GPS del coche para movernos por la ciudad, que funcionó muy bien pero nos llevó (por un error nuestro) hasta la Avenida Boavista 667, en vez de a la Rúa Boavista 667 (dónde realmente estaba el hotel Boavista Guest House en el que nos hospedamos). El cuentakilómetros marca 42,6 desde que salimos de Póvoa. Es un hotelito pequeño que nos recibe con suma amabilidad. La chica de recepción (Raquel) nos da toda clase de informaciones detalladas acerca de lo que no podemos irnos sin ver, lo que debemos visitar y algún sitio para comer. Descansamos un ratillo en la habitación, nos duchamos y cambiamos. ¡Y a la calle otra vez en bicicleta!
La librería Lello e Irmao es única en el mundo
Callejeamos sin problemas por el centro de la ciudad.  Bajamos la Rúa de Cedofeita hasta la Plaza de Gómez Teixeira, para acercarnos a ver la famosa librería Lello e Irmao, en la rúa das Carmelitas, cerca de la torre de los Clérigos, que nos pareció espectacular, una auténtica maravilla, toda tallada en madera, con techos, estanterías y vidriera preciosos. La escalera central es muy llamativa, en colores rojos y un estilo barroco. Hay muchísima gente cuando entramos y todo el mundo hace fotos. Ha salido en varias películas (no es para menos) y creo que Joannes K. Rowlling, la creadora de Harry Potter, se inspiró en ella porque vivió en Oporto como profesora de inglés durante algún tiempo.
Después atravesamos la grandísima Plaza de Libertade y visitamos la estación de San Bento que, según reza en el cartel que domina la cabecera de la estación, se terminó de construir en 1910. Las paredes del hall de entrada están cubiertas de cerámica azul con pasajes relacionados con el mundo del ferrocarril, los transportes y escenas de la historia de Portugal. Los andenes y el conjunto interior también se conservan muy bien.
El Majestic nos transporta con éxito a épocas pasadas
Subimos (en el casco viejo de Porto todo son cuestas) la calle 31 de Janeiro. Al culminar tomamos Santa Catarina para encontrarnos en el número 112 con el célebre Café Majestic, que estaba abarrotado de gente. Es un café de época muy bien conservado y con aire intacto del siglo pasado. Posiblemente es uno de los más reconocidos cafés clásicos del mundo, lleno de historia, con sillones de cuero y las paredes llenas de grandes espejos, pero estoy convencido de que el café Gijón de Madrid no le desmerece en absoluto.
A continuación retomamos las bicis y bajamos por la rúa de Mouzinho da Silveira hasta la Riveira (el barrio que está junto al Douro). Iniciamos una larga expedición hacia el norte pegados al río (de alrededor de 14 ó 15 kilómetros) hasta más allá de Matosinhos, en busca de un sitio que nos había recomendado la chica del hotel para cenar peixe. El camino es agotador. Para colmo, cuando llegamos, el Tito II, el local al que íbamos, está cerrado. Damos una vuelta por el barrio y al final optamos por el restaurante O lusitano (rúa Herois de Franca, 329), que resultó muy bien, con camareros atentos y buen producto.  Tomamos ensalada de pimietos, unas sardinas fresquitas y unos chipirones a la brasa. Con la botella de vino, el agua, el postre, café y una copa de aguardente velha exquisita, 34,85 €.
Cena en O lusitano de Matosinhos
A la vuelta dudamos entre coger el metro o volver en bici y, con ánimo de bajar la cena, elegimos la segunda opción. ¡Craso error!. La vuelta por la eterna avenida Boavista se nos hizo interminable. Son más de 8 kilómetros hasta la plaza de Mousinho de Albuquerque y luego otros dos hasta el hotel. Una paliza memorable. Al final posiblemente otros 25 ´ó 30 kilómetros en las piernas, que han puesto la jornada en un total de 70, más o menos. La contrapartida (siempre es bueno encontrarla) es que llegamos reventados a la cama y dormimos como angelitos.


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