jueves, 21 de abril de 2011

Quinta jornada: 19 abril 2011. Últimas pinceladas

/Dedicamos la última jornada a conocer Oporto. En este caso y con el palizón que nos metimos ayer no quisimos saber nada de bicicletas. Después de desayunar tan opíparamente como el resto de los días y con el tiempo amenazando lluvia, nos lanzamos hacia el centro de la ciudad a golpe de zapatilla. Bajamos otra vez por la calle Cedofeita hasta la plaza de Gómes Teixeira. Allí entramos a visitar la iglesia del Carmen y la de las Carmelitas. Están contiguas y tienen una distribución interior muy similar. El exterior está recubierto de azulejos azules con escenas de descubrimientos. Un poco más abajo nos metimos en el Centro Portugués de Fotografía, enclavado en un lugar curioso, una especie de monasterio con grandes rejas y puertas. Las exposiciones eran sencillamente aceptables (a mi juicio, además, bastante mal comisariadas), nada especialmente llamativo.
Una curiosa vista de la ciudad
Continuamos bajando hacia el río por la calle San Bento da Vitoria, visitamos otra iglesia sencillita (la de Nossa Senhora da Vitoria), al lado de la que disfrutamos de un mirador interesante desde el que se divisaban una vistas bonitas de una parte de la ciudad. Después, por la calle Ferraz desembocamos en la calle de las Flores y, bajándola, alcanzamos la Plaza del Infante don Henrique, en la que se encuentra la Bolsa y el mercado Ferreira Borges. No pudimos entrar en la Bolsa porque había mucha cola y continuamos bajando hasta la Ribeira. El paseíto hasta el puente de Luis I es muy bonito y las fachadas de las casas muy auténticas. El puente es obra de un discípulo de Eiffel, fue inaugurado en 1886 y posiblemente es el más bonito de los seis que unen Oporto con Vila Nova de Gaia.
Oporto desde Vila Nova de Gaia
Al otro lado del río se sitúan la mayor parte de las bodegas de los conocidos vinhos do Porto, Frente a las mismas hay réplicas de los barcos de época que transportaban el vino a lo largo del Douro y que hoy se exhiben como reclamo publicitario. Desde la otra orilla se aprecia un perfil precioso del casco antiguo de la ciudad. Intentamos visitar las bodegas de Sandeman y de Ferreira, pero no fue posible por cuestión de horarios. Al final -y lloviendo a cántaros- decidimos entrar en la de Cálem (4 € per cápita). Aunque a esa hora (las 14:30) la visita era en inglés, nos dio igual. La encontramos entretenida y al final nos dieron dos vinos de degustación a cada uno.
Vinho do Porto, el motor económico de la ciudad
A la vuelta, ya cansados, decidimos coger el autobús (el 901). Nos dejó en la avenida dos Aliados y de allí caminando en un cuarto de hora llegamos al hotel. Pertrechamos las bicicletas, nos despedimos del personal del hotel y nos fuimos en el metro hasta la estación de Campanhá (1,5 € por cabeza), donde a las 17:55 cogimos el tren de regreso hasta Valença (9,35 € incluidas las bicis) para llegar a las 20:21 h. Se acaba el viaje y, como siempre, te embarga esa sensación que te entristece cuando algo de lo que disfrutas se termina. Los viajes tienen algo de aventura porque proporcionan nuevas sensaciones y, además, el estar en contacto con otros lugares, el ver otras gentes, el apreciar formas diferentes de vida, adaptarse a otros hábitos, percibir otro idioma y probar comidas distintas, nos enriquece. Moverse es sano porque en el fondo supone renovarnos. Con esa sensación y recreando momentos de estos días llegamos rápido a Valença. Recuperamos el coche sin ningún problema, cenamos en un restaurante enfrente (sopas de legumbres, cabrito asado y bacalhau, 40 €) y tras dos horitas de viaje estamos nuevamente en casa con el alma un poco oxigenada.
Lola melancólica, al iniciar el final del viaje en la estación de Campanha

miércoles, 20 de abril de 2011

Cuarta etapa: 18 abril 2011. Una entrada en Oporto complicada

Un precioso enclave en Vila do Conde
Nos levantamos muy temprano. Desayuno agradable y abundante en el hotel. Está ligeramente nublado cuando cogemos las bicicletas. Iniciamos la ruta por la orilla del mar. El carril bici que han abierto desde A ver o mar hasta el final de Vila do Conde es perfecto. Cuando se termina nos paramos a ver la lonja en una placita muy moderna y muy llamativa pero, a partir de ahí, comienzan las complicaciones cicloturísticas. Una de las cosas aprendidas es que no hacen ninguna falta las ciudades en los recorridos en bici. El acercamiento a Porto es complicado, el tráfico crece por momentos. A partir del momento que la N13 se une con la N14 se multiplica el número de coches y no hace ninguna gracia circular así. Decidimos salirnos de la carretera nacional y aunque supongo que invertimos mucho tiempo más, hicimos la entrada más a gusto. Al final utilizamos el GPS del coche para movernos por la ciudad, que funcionó muy bien pero nos llevó (por un error nuestro) hasta la Avenida Boavista 667, en vez de a la Rúa Boavista 667 (dónde realmente estaba el hotel Boavista Guest House en el que nos hospedamos). El cuentakilómetros marca 42,6 desde que salimos de Póvoa. Es un hotelito pequeño que nos recibe con suma amabilidad. La chica de recepción (Raquel) nos da toda clase de informaciones detalladas acerca de lo que no podemos irnos sin ver, lo que debemos visitar y algún sitio para comer. Descansamos un ratillo en la habitación, nos duchamos y cambiamos. ¡Y a la calle otra vez en bicicleta!
La librería Lello e Irmao es única en el mundo
Callejeamos sin problemas por el centro de la ciudad.  Bajamos la Rúa de Cedofeita hasta la Plaza de Gómez Teixeira, para acercarnos a ver la famosa librería Lello e Irmao, en la rúa das Carmelitas, cerca de la torre de los Clérigos, que nos pareció espectacular, una auténtica maravilla, toda tallada en madera, con techos, estanterías y vidriera preciosos. La escalera central es muy llamativa, en colores rojos y un estilo barroco. Hay muchísima gente cuando entramos y todo el mundo hace fotos. Ha salido en varias películas (no es para menos) y creo que Joannes K. Rowlling, la creadora de Harry Potter, se inspiró en ella porque vivió en Oporto como profesora de inglés durante algún tiempo.
Después atravesamos la grandísima Plaza de Libertade y visitamos la estación de San Bento que, según reza en el cartel que domina la cabecera de la estación, se terminó de construir en 1910. Las paredes del hall de entrada están cubiertas de cerámica azul con pasajes relacionados con el mundo del ferrocarril, los transportes y escenas de la historia de Portugal. Los andenes y el conjunto interior también se conservan muy bien.
El Majestic nos transporta con éxito a épocas pasadas
Subimos (en el casco viejo de Porto todo son cuestas) la calle 31 de Janeiro. Al culminar tomamos Santa Catarina para encontrarnos en el número 112 con el célebre Café Majestic, que estaba abarrotado de gente. Es un café de época muy bien conservado y con aire intacto del siglo pasado. Posiblemente es uno de los más reconocidos cafés clásicos del mundo, lleno de historia, con sillones de cuero y las paredes llenas de grandes espejos, pero estoy convencido de que el café Gijón de Madrid no le desmerece en absoluto.
A continuación retomamos las bicis y bajamos por la rúa de Mouzinho da Silveira hasta la Riveira (el barrio que está junto al Douro). Iniciamos una larga expedición hacia el norte pegados al río (de alrededor de 14 ó 15 kilómetros) hasta más allá de Matosinhos, en busca de un sitio que nos había recomendado la chica del hotel para cenar peixe. El camino es agotador. Para colmo, cuando llegamos, el Tito II, el local al que íbamos, está cerrado. Damos una vuelta por el barrio y al final optamos por el restaurante O lusitano (rúa Herois de Franca, 329), que resultó muy bien, con camareros atentos y buen producto.  Tomamos ensalada de pimietos, unas sardinas fresquitas y unos chipirones a la brasa. Con la botella de vino, el agua, el postre, café y una copa de aguardente velha exquisita, 34,85 €.
Cena en O lusitano de Matosinhos
A la vuelta dudamos entre coger el metro o volver en bici y, con ánimo de bajar la cena, elegimos la segunda opción. ¡Craso error!. La vuelta por la eterna avenida Boavista se nos hizo interminable. Son más de 8 kilómetros hasta la plaza de Mousinho de Albuquerque y luego otros dos hasta el hotel. Una paliza memorable. Al final posiblemente otros 25 ´ó 30 kilómetros en las piernas, que han puesto la jornada en un total de 70, más o menos. La contrapartida (siempre es bueno encontrarla) es que llegamos reventados a la cama y dormimos como angelitos.


domingo, 17 de abril de 2011

Tercera etapa: 17 abril 2011. De Viana a Póvoa de Varzim


La bulliciosa plaza de Viana se queda vacía al atardecer

El día amanece algo nublado. El desayuno es en la sexta planta, con unas bonitas vistas al puente de hierro y al estuario del río Lima. El comedor está vacío. Únicamente nos acompaña otro comensal que es precisamente un ciclista (ayer habíamos visto una bici de carreras en el sitio donde dejamos las nuestras), ya vestido para arrancar, con su culote y su maillot multicolor. Piernas musculadas y curtidas. El desayuno muy similar al de ayer. Últimos preparativos y a las nueve y cuarto en marcha de nuevo (nos cobran 53,5 € por la habitación y una botella de agua). Al salir de Viana cogemos una variante de la N13 (por V.N. Anha, Chafé y Neiva), para viajar con algo menos de tráfico. Resulta bien en ese sentido pero, como contrapartida, nos encontramos con algunas cuestas. Durante la mañana nos cruzamos con muchos ciclistas. Hay mucha afición en Portugal. Casi la totalidad son gente que se dedica al deporte de la bicicleta, de carretera o de campo, pero no llevan alforjas ni son cicloturistas.
Un refrigerio en San Bartolomeu de Mar
Hacemos una paradita en San Bartolomeu de Mar para tomar un refresco. Hablamos de lo interesante que resulta la velocidad a la que desplazas en bibicleta, que te permite pararte sin problemas cuando quieres, apreciar muchos detalles que no percibes si vas más deprisa y estar muy en contacto con la gente. Dejamos la N13 al llegar al cruce de Esposende, donde nos tropezamos con un mar bravo y con una carrera ciclista. Cruzamos el puente de hierro y en Ofir (de aspecto ya muy veraniego) hacemos una incursión por la ría. Lola busca y encuentra un rinconcito de mar para mojarse los pies. El resto de la carretera son grandes rectas con pequeños desniveles, que la hacen algo tediosa. Nos escuece el culo. Los kilómetros se van sucediendo. 
Parada de aprovisionamiento frutícola en el Lidl
Paramos en un Lidl a comprar unas naranjas (ricas). A eso de las 3 de la tarde llegamos al hotel Sol Póvoa. El cuentakilómetros marca 44,5 kilómetros. El hotel está un poco antes de entrar en la ciudad (rúa José Morneiro, 100). No hay prácticamente nadie hospedado (lo mismo que en los demás sitios que hemos estado). El sitio es agradable y el personal atento. Precio: 50 euros la habitación. Hay wifi gratuita. De entrada duchita, reposo y a las 5 de la tarde, a recrear Póvoa en bicicleta, a recordar viejos tiempos.
Satisfacción a la llegada a Póvoa tras 45 km. de pedaleo
Nos pegamos un buen paseo. Póvoa está muy cambiada, con remodelaciones urbanísticas importantes. Hoy, domingo lo más llamativo era que había mucha, pero muchísima gente por la calle (poca en los locales). Nos metimos un paseo serio por el nuevo carril bici hasta bien entrados en Vila do Conde (mañana intentaremos bajar por la costa hasta donde podamos). Después volvimos por las playas hacia el norte hasta la Casa dos Frangos (un camino que conocía de haberlo hecho corriendo). Los siguen preparando de maravilla pero yo creo que el sitio ya no es lo que era. Hemos tenido la sensación de que los de Casa Mingo en Madrid no tienen nada que envidiarles. Pedimos un frango, una ensalada, una botella de vino y otra de agua, un postre y un café, que con el pan y los entrantes se nos puso en 23,45 €. Volvimos en bici al hotel (al final hemos hecho otros 16 kilómetros, lo que supone en total una jornada de 60 kilómetros, que no está nada mal para unos primerizos) y a las 10 de la noche en la cama, derrengados. Mañana será otro día.
La bici y la sombra que le persigue hasta cuando no anda

Segunda etapa: 16 abril 2011. De Vila Nova de Cerveira a Viana

Cruzando el puente a la salida de Viana

Desayunamos estupendamente: panecillos con jamón de york y queso, mantequilla, mermelada, zumo de naranja (artificial), café con leche y croissant. En total, la habitación doble y los desayunos, 30 €. Muy bien.
A la 9 estamos en marcha. La carretera está bien: tiene buen firme y un arcén amplio. No hay demasiado tráfico, por lo que avanzamos rápidamente. A las 10 y casi sin parar estamos entrando en Caminha. Pensamos que posiblemente se puedan programar etapas más largas cuando el terreno es tan favorable. Buscamos la oficina de turismo para ver si hay posibilidades de salirnos de la carretera general y continuar por alguna otra más solitaria. Después nos acercamos a una tienda de bicis a solucionar un pequeño problema técnico: se ha perdido un tornillo del portaequipajes de la bici de Lola. De  paso compramos un antirrobo. Nos sentamos en un café de la plaza a tomar un agua. Aprovechamos para descargar las fotos al portátil. 
Callejeamos un poco por Caminha y salimos sin prisas. A la salida del pueblo una banda de trompetas y tambores ensaya para Semana Santa. Como vamos muy bien de tiempo decidimos hacer una incursión a alguna de las playas. Inmediatamente después de Áncora tomamos un desvío para la playa de Gelfa. Es una playa bravía, en pendiente, el mar bate con mucha fuerza. Hay muchos pescadores. Les preguntamos qué tal y nos dicen que hay bastante sargo, maragotas, y lubinas. Nos mojamos un poco pero el agua está muy fría. Queríamos seguir desde aquí por alguna carreterilla en paralelo al mar, pero nos dicen que no puede ser, que no hay. Volvemos a la general y les preguntamos lo mismo a unos chicos jóvenes en un Peugeot. Nos dicen que si nos desviamos en la playa de Carreço, a partir de ahí hay caminos agrícolas que nos llevan hasta Viana. Nos desviamos en Carreço. El sitio es muy agradable, la playa también. Lola aprovecha para remojarse los piés.  Entramos en un restaurante italiano a tomar un agua. El chico (Francesco) se enrolla. Nos dice que cree que sí que podemos llegar hasta Viana, pero que él no lo ha hecho. Lo intentamos pero resulta bastante mal, los caminos agrícolas no están asfaltados y con el adoquinado no avanzas y a los cinco minutos te duele hasta el alma de tantos botes. Volvemos a la carretera y nos damos cuenta de que no se va nada mal. Poco tiempo después nos encontramos el cartel de Viana do Castelo. El hotel do Parque no es nada del otro mundo pero tiene piscina y el baño nos parece delicioso aunque el agua está fresquita. Duchita, aseo, un poco de descanso al body y a por Viana.
Una calle típica con Santa Lucía al fondo
Nos recorremos a pie el pueblo, que está cambiado en muchos aspectos. Se ve muy mejorado en cuanto a imagen y se ha ganado terreno al mar para instalaciones de recreo. Las tiendas con un aspecto muy agradable, sugerente, de lo más tentador a la vista (lo mismo que habíamos apreciado en Vila Nova de Cerveira), pero prácticamente vacías. No entra nadie. Se nota la dureza de la crisis en la calle. Se respiran las dificultades. Por suerte el tiempo es estupendo y nosotros estamos respondiendo perfectamente al reto. Prácticamente todos nuestros males se reducen a estar un poco quemados por el sol en piernas y brazos y con el culo ligeramente escocido. No es mucho precio. Por lo demás los cuerpos y los ánimos están funcionando.
Después de pasear un buen rato disfrutando de la tarde y curioseando precios y cartas en busca de un sitio para cenar, decidimos meternos en un pequeño restaurante de una calle secundaria de las que suben hacia la plaza. Queríamos un sitio poco turístico y acertamos: O pipo (rúa Prior do Crato, 68). Cenamos de maravilla. Lo recomendaremos a los amigos. La cocina estupenda y el hombre atentísimo. Yo probé los “rojoes à minhota” y Lola el “polbo grelhado”. El vino, un douro buenísmo (Esteva 2009). El precio total 35 €. Después vimos el empate entre el Madrid y el Barça y a dormir de un tirón desde las 11 hasta las 6 y media.

sábado, 16 de abril de 2011

Primera etapa: 15 abril 2011. Camino de Vila Nova de Cerveira

Saliendo del Stop, un restaurante que vale la pena conocer
Ya hemos comenzado la aventura, si se le puede llamar así. Cargamos las bicicletas y los bártulos en el coche y a las 10 y cuarto estábamos saliendo de Pontedeume haciendo un rápido repaso mental de las cosas que nos parecía importante que no se quedasen. No encontramos ninguna. Eso nos permitió dirigir la conversación hacia lo que nos esperaba, la etapa de hoy, la temperatura, los diferentes puntos del recorrido, los sitios en los que vamos a alojarnos, la añoranza de tantos fines de año pasados en Portugal con toda la familia cuando vivían mis padres y otra serie de temas. Se nos pasaron un par de horas rápido y casi sin darnos cuenta estábamos entrando en Portugal. Lo primero que hicimos fue acercarnos a la estación para saber qué trenes había para hacer el martes el regreso desde Porto y para enterarnos si habría alguna dificultad con lo de las bicicletas, que nos dijeron que no. Una vez solucionado el asunto nos dispusimos a comenzar la andadura. Nos pareció que un buen sitio para dejar el coche era la calle que sube a la fortaleza de Valenca, aparcamos a mitad de la cuestafrente a una fuente de piedra, bajamos las bicis, las montamos y engrasamos, les pusimos las alforjas y sin muchos preámbulos arrancamos. Ya teníamos ganas. Se nota. Las primeras pedaladas cuesta abajo y luego enfilamos la calle recta que nos sacaría directamente de Valenca hacia la N13. Una parada para los primeros ajustes, un ruidito que hace el freno de mi rueda delantera, el cuentakilómetros de Lola que no funciona porque la rueda está montada al revés y lleva el sensor en el lado contrario y alguna otra chuminadita más. Otra vez en marcha. Me siento a gusto pedaleando. La carretera no es nada especial, bien asfaltada, con arcén amplio, bastante plana y con algo de tráfico, pero soportable. Nos parecen muy cortos los cinco kilómetros hasta el Stop, el restaurante donde teníamos interés en comer. Está casi vacío. Es la una menos veinte, hora local (dos menos veinte en España). Pedimos el bacalhau a la brasa (13,50 €) con el que veníamos soñando (que nos da la sensación de que no está tan bueno como otras veces) y un arroz con carne (4,50 €) que nos parece realmente delicioso. Eso con una botella de agua y una cerveza pone finalmente la cuenta en 20,10 €. No tiene mucha gracia lo de ponerse de nuevo a pedalear con la tripa llena, pero se nos olvida al cabo de unos minutos. Nos paramos a preguntar en la recepción de un hotel si hay alguna carretera que nos permita hacer el recorrido hacia Cerveira en paralelo al río Miño. La chica consulta con varias personas y concluyen que no hay ninguna posibilidad. Retomamos la marcha y la carretera. Hacemos el recorrido sin percances.
La entrada en Viala Nova de Cerveira está cortada por obras. La vuelta nos obliga a entrar por la Avenida dos Pescadores (frente a las barcas, éstos se afanan en repasar las redes a orillas del río) y desembocamos en el Aquamuseu do río Minho, unas divertidas instalaciones al aire libre, de las que vienen a disfrutar alumnos de los colegios de la zona. De regreso hacia el centro pasamos por delante de la oficina de turismo, a la que entramos para tener algo de información y de paso aprovechamos para ver una exposición de pintura en la misma sala. Nos acercamos a Residencial Rainha do Gusmao en donde estamos alojados. Es una habitación pequeña pero luminosa y limpia. Está bien. Subimos con las bicis al hombro por una escalera estrecha para dejarlas aparcadas en una especie de almacén. Después nos vamos a la habitación 202, nos duchamos, nos cambiamos ponemos las piernas en alto un ratito y decidimos salir andando a reconocer el lugar. Es un sitio pequeño. Nos paramos en la plaza a tomar aire y una fanta de limón en una cafetería frente al Castelo. Hay poca gente. Se está a gusto. Después nos metemos por las callejuelas del caso antiguo frente a la iglesia y nos sorprenden las casas de piedra y el mimo que le ponen los comerciantes a la decoración de las tiendecitas de diverso tipo, a espaldas de la muralla que circunda el Castelo. Entramos en una de ropa (toallas, albornoces, etc,) puesta con un gusto exquisito aprovechando la vegetación que crece entre la piedra milenaria y contrastando muy acertadamente con una decoración a base de madera y cristal como materiales principales. Hablamos un poco con la propietaria y la felicitamos por el acierto y por el gusto. Después entramos en otra con mermeladas naturales, conservas, libros, montada en una especie de ultramarinos antiguo muy reformado y con colores pastel muy agradables. La villa está salpicada de esculturas por todos los rincones. Son obras donadas de artistas portugueses. Una forma interesante y barata de engalanar artísticamente la ciudad. Paseamos sin prisa por las calles y descubrimos por detrás del castillo un rincón antiguo muy bien conservado entre casas de piedra al lado de una capilla, en cuya sombra unos adolescentes juegan a la baraja. Pasa el tren muy cerca de la capilla y de ellos. Seguimos caminado un poco más pero pronto decidimos acercarnos hasta nuestra residencia a tumbarnos un rato y descansar. Así lo hacemos. Volvemos a salir a eso de las 8. Damos un paseo largo y terminamos sentándonos en la placita a tomar un vino rico (Porta dos Cavaleiros) y una pizza. Con dos cafés hacen 10,30 €. Nos recogemos a las 10 y cuarto. Leemos y escribimos un ratito y nos dormimos pronto. Acaba la primera etapa. 

jueves, 14 de abril de 2011

¡Arrancamos!

¡Ya está! Todo metido en las alforjas. Cuando lo ves todo desparramado parece imposible que quepa, pero al final entra. Una última ojeada. No nos olvidamos nada importante. Vamos a por las bicis y arrancamos.Hemos disfrutado de los preparativos y ahora vamos a por el viaje. ¡Menos mal que nos queda Portugal!

martes, 5 de abril de 2011

Pedaleando por Madrid

Primer día de entrenamiento. ¡¡Guauuuu!! ¡¡Genial!! Han sido dos horitas a tope. Estoy un poco machacada, pero encantada porque me he dado cuenta que si voy a mi ritmo, sin apurarme, funciono mucho mejor, así es que me van a venir muy bien estos días haciendo solitarios con la bicicleta. Hoy me he ido por el Parque de las Avenidas, que hay un trocito de carril bici, he subido la cuesta de la calle Alcalá en dirección a Manuel Becerra y de allí me he ido en busca del carril bici de la Calle O'Donnel, hasta el Retiro. He hecho dos veces el perímetro del parque madrileño y después he regresado por el mismo camino de ida. Importantísimo: No me he escaqueado de las cuestas. Eso en mí es una señal fantástica. Y es que aunque José me ha dicho que la ruta que vamos a hacer es muy planita, lo cierto es que en este país no hay planicie sin cuesta.

Al final mi chico se ha brindado a prestarme su bici para que no me gaste las pelas alquilando una, así es que no puedo opinar sobre las tiendas que alquilan bicicletas, lo haré cuando surja la ocasión.

Lo cierto es que hoy me he encontrado muy bien y he tenido la sensación de que ya empezaba a calentar motores para el viaje de Portugal. Lo bueno del entrenamiento es que también te das cuenta de las cosas que pueden ser necesarias. Así es que, a la lista que hizo Josito añado yo: protector solar, hidratante, calzado ligero (p.e. mis zapatillas chinas) para después de la bici, un pantalón también ligero para lo mismo, aceite para masaje, algo de botiquín, como tiritas, betadine y gasa, algo por si hace frío (p.e. un jersey de lana no muy grande), chubasquero y bañador. Lo del bañador para mí es casi tan imprescindible como la ropa interior porque yo en cuanto sudo, y en la bici sudo seguro, me entran unas ganas tremendas de tirarme al primer charco que encuentre. Además vamos a viajar en paralelo al mar, así es que, a poco que no diluvie, seguro que nos va a apetecer un bañito.

lunes, 4 de abril de 2011

En forma

He decidido ponerme en forma porque Josito, diga lo que diga, está muy ducho en esto del pedaleo y yo, a su lado, soy una aficionada. Por si fuera poco hace más de un mes que no cojo una bici, así es que como siga de esta guisa me veo llegando a Vilanova da Cerveira con el culo cuadrado.
He dado una vueltecilla por Internet y he visto que hay varios sitios en Madrid que alquilan bicis. En la página de Pedalibre hay un listado de todos ellos y, después de llamar a unos cuantos he elegido Bike Spain, que está en la Plaza de la Villa, en el corazón del más castizo Madrid. Así es que mañana me voy a levantar tempranito y me voy a ir caminando hasta allí, para llegar calentita ya. Y después me daré una vuelta por Madrid Río, a ver qué tal. Ya contaré aquí mis impresiones sobre este entrenamiento urbano que pretendo hacer.



Como soy una chica previsora he mirado en la red el tiempo que hará mañana en Madrid. Soleado y 25 grados, así es que voy a preparar mi equipo de entrenamiento: mallas, deportivas, camiseta, sudadera y riñonera. Ni más ni menos. A ver qué tal me encuentro. Pablo, el chico de Bike Spain, me ha dicho que en Madrid Río hay una zona muy planita, lo ideal para el primer día de entrenamiento. Luego, cuando vaya cogiendo forma me meteré con las cuestas, que es lo que más me echa para atrás.

sábado, 2 de abril de 2011

Equipamiento

Hemos estado ojeando la web para ver qué tenemos que llevar y hay mucha información acerca del equipamiento necesario. Nosotros no vamos a ir demasiado equipados para evitar el peso, que debe ser el gran enemigo a la hora de subir cuestas. Vamos a dormir en alojamientos y no nos haremos nosotros la comida, con lo que prescindimos de buena parte del material técnico de acampada que la gente suele llevar cuando se aleja de la civilización porque circularemos por sitios transitados.

Al final, confeccionamos una lista aproximada de lo que tenemos que llevar: Alforjas, bidones de agua, bomba y parches, cámara de repuesto, destornillador, llaves allen, luces (aunque no tenemos intención de circular por la noche), linterna, navaja multiusos, chubasquero, cámara de fotos, riñonera, documentación, algo de dinero, tarjetas de crédito, móvil, cuantakilómetros, cuaderno y bolígrafo, un libro, papel higiénico, dentífrico, cepillo dientes, tiritas, 2 camisetas, 2 nikis, 1 culote, 2 pares de calcetines, pantalón de deporte, ropa interior, pantalón largo, sudadera, bañador, casco, guantes, gafas, chaleco reflectante, un mini portátil y la medicación diaria para nuestros males de edad.

viernes, 1 de abril de 2011

Mapas para bicicletas en Google

Dando los primeros pasos para integrarme en este mundillo de la bici, acabo de ver una página interesante de la agrupación “Google Maps Bike There” (Google Maps: rutas para bicicletas). Esta gente ha puesto en marcha una iniciativa para que Google integre en sus mapas las rutas ciclistas, iniciativa que ya ha conseguido reunir más de 50.000 firmas. Vale la pena insistir porque permitiría un transporte más seguro para los ciclistas y, en consecuencia, incentivaría el uso de la bicicleta.Os invitamos a entrar y que la firméis.

Este es el enlace:

http://www.ladyverd.com/articulo/889/planificar_rutas_en_bicicleta_con_google.htm


A modo de introducción

No soy un gran aficionado a la bici. Eso por delante. La prueba más irrefutable de lo que digo y la que mejor puede poner de manifiesto mi relación con las bicis es que tengo desde hace años una de las baratitas de Decathlon, que es con la que me muevo. Por lo que he visto, a años luz de los que realizan excursiones en bicicleta (se puede comprobar en internet). Me gusta y ando de vez en cuando, especialmente cuando estoy en Galicia de vacaciones.
He decidido hacer un viaje por el norte de Portugal en bicicleta. Por varias razones puede ser una aventura. La primera es que yo no soy especialmente ducho en esto de las excursiones ciclistas. He realizado alguna, pero de corta duración. La segunda es que mi forma física no es para tirar cohetes. La tercera es que voy con mi mujer, Lola, que es mucho menos ducha que yo y su forma física es todavía peor que la mía. Si a esto añadimos que yo tengo 60 años y ella 59, la cosa todavía se torna un tanto más aventurada.
En cualquier caso tenemos ganas, que es lo importante. No sé si esto puede suplir todo lo demás, pero esperemos que sí. Queremos salirnos un poco de la rutina y aprovechar los primeros días de la Semana Santa para hacer algo de ejercicio y disfrutar de ese ritmo pausado a la hora de viajar que permite la bicicleta. Después de analizar sin demasiado criterio varias alternativas, hemos pensado que no está mal esa zona del norte de Portugal porque está cerca de Galicia, la conocemos un poco y es bastante llana. Tenemos intención de arrancar en Valença do Minho el viernes 15 de abril por la tarde para llegar a dormir a Vila Nova de Cerveira, que son algo menos de 20 kilómetros. Después de darle algunas vueltas hemos decidido hacer el desplazamiento desde Pontedeume (donde vivimos) a Valença do Minho en nuestro coche. Van a entrar un poco justas las dos bicis en nuestro Alfa 147, pero caben. Hubiéramos preferido hacerlo en transporte público, pero no hemos encontrado una fórmula que se adaptase a lo que pretendíamos, especialmente por el regreso. El sábado queremos hacer de Vila Nova de Cerveira a Viana do Castelo (alrededor de 38 kilómetros), el domingo iremos de Viana do Castelo a Povoa de Varzim (unos 44 kilómetros) y el lunes desde allí hasta Oporto (más o menos otros treinta y tantos). Volveremos desde Oporto a recoger el coche a Valença do Minho y de allí a Pontedeume. Pensamos que, por cantidad de kilómetros lo podemos hacer a pesar de nuestras deficiencias. Los otros factores que no controlamos los dejamos un poco aparcados. Ya veremos cuánto interfieren y cómo.