domingo, 17 de abril de 2011

Tercera etapa: 17 abril 2011. De Viana a Póvoa de Varzim


La bulliciosa plaza de Viana se queda vacía al atardecer

El día amanece algo nublado. El desayuno es en la sexta planta, con unas bonitas vistas al puente de hierro y al estuario del río Lima. El comedor está vacío. Únicamente nos acompaña otro comensal que es precisamente un ciclista (ayer habíamos visto una bici de carreras en el sitio donde dejamos las nuestras), ya vestido para arrancar, con su culote y su maillot multicolor. Piernas musculadas y curtidas. El desayuno muy similar al de ayer. Últimos preparativos y a las nueve y cuarto en marcha de nuevo (nos cobran 53,5 € por la habitación y una botella de agua). Al salir de Viana cogemos una variante de la N13 (por V.N. Anha, Chafé y Neiva), para viajar con algo menos de tráfico. Resulta bien en ese sentido pero, como contrapartida, nos encontramos con algunas cuestas. Durante la mañana nos cruzamos con muchos ciclistas. Hay mucha afición en Portugal. Casi la totalidad son gente que se dedica al deporte de la bicicleta, de carretera o de campo, pero no llevan alforjas ni son cicloturistas.
Un refrigerio en San Bartolomeu de Mar
Hacemos una paradita en San Bartolomeu de Mar para tomar un refresco. Hablamos de lo interesante que resulta la velocidad a la que desplazas en bibicleta, que te permite pararte sin problemas cuando quieres, apreciar muchos detalles que no percibes si vas más deprisa y estar muy en contacto con la gente. Dejamos la N13 al llegar al cruce de Esposende, donde nos tropezamos con un mar bravo y con una carrera ciclista. Cruzamos el puente de hierro y en Ofir (de aspecto ya muy veraniego) hacemos una incursión por la ría. Lola busca y encuentra un rinconcito de mar para mojarse los pies. El resto de la carretera son grandes rectas con pequeños desniveles, que la hacen algo tediosa. Nos escuece el culo. Los kilómetros se van sucediendo. 
Parada de aprovisionamiento frutícola en el Lidl
Paramos en un Lidl a comprar unas naranjas (ricas). A eso de las 3 de la tarde llegamos al hotel Sol Póvoa. El cuentakilómetros marca 44,5 kilómetros. El hotel está un poco antes de entrar en la ciudad (rúa José Morneiro, 100). No hay prácticamente nadie hospedado (lo mismo que en los demás sitios que hemos estado). El sitio es agradable y el personal atento. Precio: 50 euros la habitación. Hay wifi gratuita. De entrada duchita, reposo y a las 5 de la tarde, a recrear Póvoa en bicicleta, a recordar viejos tiempos.
Satisfacción a la llegada a Póvoa tras 45 km. de pedaleo
Nos pegamos un buen paseo. Póvoa está muy cambiada, con remodelaciones urbanísticas importantes. Hoy, domingo lo más llamativo era que había mucha, pero muchísima gente por la calle (poca en los locales). Nos metimos un paseo serio por el nuevo carril bici hasta bien entrados en Vila do Conde (mañana intentaremos bajar por la costa hasta donde podamos). Después volvimos por las playas hacia el norte hasta la Casa dos Frangos (un camino que conocía de haberlo hecho corriendo). Los siguen preparando de maravilla pero yo creo que el sitio ya no es lo que era. Hemos tenido la sensación de que los de Casa Mingo en Madrid no tienen nada que envidiarles. Pedimos un frango, una ensalada, una botella de vino y otra de agua, un postre y un café, que con el pan y los entrantes se nos puso en 23,45 €. Volvimos en bici al hotel (al final hemos hecho otros 16 kilómetros, lo que supone en total una jornada de 60 kilómetros, que no está nada mal para unos primerizos) y a las 10 de la noche en la cama, derrengados. Mañana será otro día.
La bici y la sombra que le persigue hasta cuando no anda

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